Sabanalarga: un camino, miles de corazones

Por: María Barros, Laura Durán, Diana Márquez, Carolyn Sierra


                                             Iglesia San Antonio de Padua, lugar emblemático donde se congregan miles de sabanalargueros. 


Eran las once de la mañana del veintiocho de octubre del año dos mil dieciocho. Un día para nunca olvidar. El sol estaba en su máximo esplendor, las brisas nativas de la Costa Caribe colombiana no rozaban las delicadas hojas verdes de aquellos árboles que brindaban un espacio de reposo para los oriundos y forasteros.

Nos situamos en el departamento del Atlántico, costa norte del país, en las calurosas calles del municipio de Sabanalarga, lugar emblemático para sus habitantes y concurrido por extranjeros, donde se congregan todo tipo de personas, desde aquel que está culminando su vida, hasta el que apenas empieza a dar sus primeros pasos. Allí, donde las actividades principales son dialogar, asistir a misa o simplemente sentarse a ver pasar la vida; donde miles de corazones se congregan compartiendo un sentimiento de orgullo por su territorio, donde existen historias que nacen y perduran para toda la vida.

Con ojo de águila observábamos todo lo que a nuestro alrededor estaba ocurriendo; la calidez y amabilidad de las personas con quienes habíamos intercambiado palabras era impresionante, y la evolución de ellos y del municipio era inigualable. Sabanalarga, cuna de la inteligencia, de la cultura, de la poesía y de los contrastes entre estilos de vida, marcados por la tecnología y la moda, solo puede dejar en los corazones de quienes la visitan, los mejores recuerdos y vivencias. 

El poeta del pueblo

                                  Luis Eduardo Padilla, figura clave para la literatura de la Región Caribe colombiana. 


Entre la multitud que se agolpaba sobre la carrera dieciocho, justo en frente de la Iglesia San Antonio de Padua, se distinguía un hombre cuyo aspecto llamaba la atención: usaba sombrero, un pantalón negro de drill y una camisa blanca elegante que deslumbraba con su brillo; de estatura promedio, con dificultades al hablar debido a su avanzaba edad, las arrugas en su rostro eran muy pronunciadas, sus movimientos eran muy suaves y delicados; el color de su piel reflejaba los años de trabajo en el campo, pero su sonrisa con dientes de oro y plata iluminaban su rostro, transmitiendo su nobleza. Él es Luis Eduardo Padilla, poeta y escritor, oriundo de este municipio atlanticense.

Con ochenta y seis años de vivencias, ha visto transcurrir la evolución de este territorio, en el que su estructura, las formas de vivir y sus habitantes han cambiado. Su infancia transcurrió entre el campo, las calles y el teatro, las cuales fueron motivo de inspiración para sus escritos, que además, han trascendido las fronteras de este mágico lugar.

Sus textos han sido protagonistas de grandes manifestaciones culturales como las fiestas patronales de este municipio e, incluso, el Carnaval de Barranquilla.  Con alrededor de trescientos escritos, entre poemas, letanías y cuentos, y con la suficiente madurez y experiencia, plasma en ellos los más gratos recuerdos de historias y anécdotas que quedarán plasmados por siempre en su mente y corazón. 
Entre diálogos y risas, pero con gran nostalgia, menciona que su municipio ha tenido una gran transformación, puesto que las épocas ya no son como antes. La modernización se ha apoderado de su pueblo, tanto así, que para transportarse dejaron de cabalgar para circular sobre las ruedas de un motor.

Con tristeza recuerda que las viejas costumbres de su tierra natal ya no volverán y con un nudo en la garganta le dice adiós a sus años de juventud, dándole paso a las nuevas generaciones. Luis Eduardo Padilla, personaje representativo de la cultura y la historia de Sabanalarga.


El fin de una vieja era

A pocos metros de distancia de este poeta, con un contraste notorio de edad y aspecto físico, se encontraba una mujer de piel morena, vestida de enfermera, su cabello estaba recogido y su mirada parecía perdida, como si mirar a lo lejos le recordara viejas épocas. María Luz Díaz, una joven emprendedora que trata con mucho sacrificio de sacar a sus dos hijas adelante, en medio de un pueblo que ha sido azotado por la modernización, misma que Padilla menciona haber llegado a su municipio.

Cuenta que las drogas y las tecnologías han transformado la vida de la juventud, haciendo un contraste entre su época y la actual. La preocupación abunda en ella al darse cuenta que sus hijas hacen parte de esta generación y, por ende, están expuestas al peligro del día a día. A diferencia de su infancia que fue tranquila, familiar y sin tecnologías a las que recurrir, en la que solo se dedicaba al estudio y a jugar con sus hermanos en casa aquellas rondas infantiles que con mucha alegría recuerda; sin embargo, la tristeza la invade, por más que trate de que sus hijas vivan la mitad de lo que ella vivió, es imposible, las circunstancias cambiaron para siempre.

En la plaza, anteriormente, se veían a las personas charlando, y hoy no; de un lado de la plaza sentados y consumidos por los celulares y las redes sociales se encuentran los jóvenes de la época actual; y, del otro lado, los adultos mayores compartiendo historias, jugando dominó y viendo cómo se van sus últimos años de vida. Esta es la nueva Sabanalarga, en la que la modernización ha marcado un antes y un después.


Un don que atraviesa fronteras

Sabanalarga, además, ha sido el punto de encuentro de miles de forasteros, en su mayoría, venezolanos, quienes encontraron en este municipio el escenario perfecto para poder subsistir lejos de las ruinas de un país que cada día intenta levantarse de la miseria en la que está sometida.

Con un clima insoportable, donde las temperaturas alcanzan los treinta y tres grados centígrados, a cientos de kilómetros de su natal Venezuela, con gente desconocida, un nuevo estilo vida y sus ganas de salir adelante, encontramos a Gabriel. Rodeado de gente, bajo la sombra de un árbol frondoso, con una actitud arrolladora y una sonrisa de oreja a oreja que podía iluminar el municipio de principio a fin; a pesar de sus ojeras, cansancio y su rostro que denotaba una tristeza profunda, era capaz de mostrar su nobleza y la lucha que enfrenta día a día por salir adelante, lejos de su familia.

Quienes lo ven, tan sencillo, humilde y sonriente, no son capaces de creer que posee un don oculto que le ha mostrado sucesos, épocas, personas que han quedado en el olvido, a quienes la muerte los ha llamado, y mucho menos son capaces de creer que puede predecir acontecimientos que sucederán en el futuro. Gabriel posee una fuerza de percepción incalculable: es vidente.

Su capacidad de ganarse la confianza de la gente, el carisma, la seguridad y la serenidad con la que habla, son los causantes de que cada día, cientos de sabanalargueros se aglomeren en la Plaza San Antonio de Padua para ver lo que es capaz de hacer. Su capacidad de conectarse telepáticamente es la causante de que pueda descifrar, sin ver, tu nombre, tu edad, mes en el que naciste y los dos últimos dígitos que están en tu cédula de ciudadanía.

Mientras Gabriel realiza su presentación, las personas que lo rodean parecen olvidarse del mundo exterior. Toda la atención recae sobre este ciudadano venezolano, y, ahora, todos lucen atónitos, fríos, perplejos, como si estuvieran hipnotizados por lo que observan. De esta forma, Gabriel es capaz de robarse el show, devolviendo el entusiasmo, la curiosidad y la buena vibra que la tecnología les ha robado a los habitantes de este lugar.

Así se gana su vida en Sabanalarga este ciudadano del país vecino, bajo el inclemente sol, con las monedas que le dejan quienes se acercan, con una actitud y forma de ver la vida muy alegre y positiva, y aunque está lejos de casa, sus demás compatriotas, le recuerdan el calor de su hogar que a pesar de la distancia, no puede olvidar.   

Gabriel también vive una vida marcada por un antes y un después, en un lugar completamente nuevo para él en el que existe un choque entre nuevas culturas y costumbres.


Esta es la Sabanalarga actual: un municipio lleno de contrastes que sigue luchando por salir adelante, rodeado de su gente. La cuna de la inteligencia y de la cultura, está tratando de devolverle a sus calles, sus habitantes y a sus ancestros, la vida, la esperanza, la alegría, la paz y el color que la tecnología se llevó.

En este mágico lugar, se unen miles de latidos que palpitan con orgullo el honor de ser sabanalarguero. Para unos, la vida apenas empieza; para otros ya está en sus etapas finales. Hay a quienes la vida los ha golpeado fuertemente; otros que han recibido segundas oportunidades. Existen quienes guardan sus más bellos recuerdos e historias; otros que no querrán ni recordarlas. Están quienes vivieron una infancia feliz y alegre, y ahora ven crecer a nuevas generaciones en una sociedad triste, banal y vacía, cegada por la tecnología. Aquí, donde nacen historias que perduran para la eternidad. Sabanalarga: un camino, miles de corazones.


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